“Desde los salones de Balenciaga hasta los nuevos ateliers de hoy, Madrid ha bordado una tradición que sigue viva en cada vestido de alta costura.«
Madrid siempre ha sido un territorio donde la moda late con fuerza propia. En sus calles, a medio camino entre la solemnidad del pasado y la pulsión vibrante de lo contemporáneo, se ha escrito una de las historias más singulares de la alta costura europea. No hablamos solo de vestidos o de siluetas: hablamos de un lenguaje estético que refleja la identidad de una ciudad y de quienes la habitan.
La edad dorada de los ateliers madrileños
Los años comprendidos entre los cuarenta y los setenta marcaron un periodo irrepetible. Era la época en la que las clientas acudían a los salones de Pedro Rodríguez en la calle Alcalá, o se dejaban seducir por los volúmenes impecables de Manuel Pertegaz. Cristóbal Balenciaga, pese a tener en París su consagración, mantuvo durante décadas un vínculo estrecho con Madrid, vistiendo a las élites que buscaban un sello de distinción en cada puntada.
Eran ateliers de alta costura en Madrid donde la prenda nacía del silencio del corte y de la cadencia de la aguja. Dos divisiones bien definidas sostenían ese universo: la sastrería para abrigos y chaquetas; la fantasía para vestidos de ensueño, bordados con paciencia y minuciosidad. Todo se hacía a mano y a medida, con pruebas repetidas hasta alcanzar la perfección. En aquella época, acudir a un atelier de alta costura en Madrid no era solo una experiencia de compra, sino un ritual que definía el estilo de toda una generación.
El tránsito hacia un nuevo paradigma
Con el final de los sesenta llegó también el cierre de un ciclo. La alta costura, con sus exigencias de exclusividad y dedicación, comenzó a tambalearse ante la irrupción del prêt-à-porter. La mujer madrileña —y con ella, la mujer del mundo entero— buscaba prendas más versátiles, capaces de acompañarla en una vida acelerada. Balenciaga cerraba en 1968, un gesto simbólico que anunciaba la transformación del sector.
Surgieron entonces las boutiques, las primeras experiencias de compra donde la moda podía adquirirse lista para vestir. Ese gesto democratizó el acceso al diseño, pero también supuso la pérdida de cierta intimidad creativa: la relación cercana entre clienta y modista, entre deseo y realización, se fue diluyendo poco a poco.
Un presente en movimiento
Hoy Madrid vive otra edad de esplendor. La capital acoge más de un millar de empresas vinculadas al diseño, y la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid se cuenta entre las pasarelas más relevantes del mundo. España se ha consolidado como referente indiscutible en el diseño nupcial, con Madrid como escaparate principal. Por eso, no sorprende que quienes buscan vestidos de novia de alta costura en Madrid encuentren aquí una tradición viva, capaz de dialogar con la innovación más actual.
Lo que define a la moda madrileña contemporánea es la convivencia entre memoria y modernidad. Diseñadores emergentes experimentan con la sostenibilidad, la moda sin género o el upcycling, planteando un futuro en el que la innovación no renuncia al valor artesanal. Es un territorio en construcción constante, donde lo que se hereda no es tanto la forma como la actitud: la voluntad de hacer de la moda una expresión cultural y no solo un producto.
Nuestra mirada desde Malne
En nuestra experiencia, recuperar la esencia del atelier de alta costura en Madrid ha sido el punto de partida para construir Malne. Admiramos la precisión de Balenciaga, la audacia de Pertegaz, la visión de Berhanyer. Pero sobre todo, admiramos la relación humana que se construía en aquellos salones: la cercanía con la clienta, la posibilidad de leer en su gesto aquello que aún no se había dicho con palabras y transformarlo en tejido.
Malne surge como un atelier del siglo XXI que bebe de ese legado pero lo proyecta hacia adelante. Apostamos por la slow fashion, por el diseño concebido como arte, por el vestido de alta costura que no solo viste, sino que acompaña. Trabajamos con artesanos que mantienen viva la tradición manual y con tejidos de excelencia que dialogan con nuestro tiempo. Cada pieza es el resultado de una conversación íntima, de un proceso de creación compartido que no se repite jamás.
En nuestra trayectoria, hemos visto cómo mujeres llegaban buscando en Madrid vestidos a medida y descubrían que la verdadera pregunta no era solo qué ponerse, sino cómo elegir un vestido de alta costura que representara su manera de estar en el mundo. Esa búsqueda, ese diálogo entre identidad y diseño, es lo que nos inspira en cada colección.
Un legado vivo
Hoy, cuando abrimos las puertas de nuestro atelier y vemos entrar a mujeres que buscan algo más que una prenda, sentimos que formamos parte de una continuidad. Somos herederos de una historia pero también autores de su futuro. La alta costura en Madrid no es un capítulo cerrado: es un relato en movimiento, un tapiz en el que cada creador añade un nuevo hilo.